martes, 19 de mayo de 2009

No nos lo perdonarán (III)

Conduje durante horas. Perdí la cuenta. Me preguntaba cómo era posible que yo hubiera llegado allí, al culo del mundo, a un sitio con señales de “precaución: renos” en vez de las habituales "ojo: vacas". Repasé todo lo que había hecho en mi vida, las pequeñas decisiones que me hicieron abandonar caminos que pensaba definitivos. Repasé las veces que había sido feliz y aquellas en la que la tristeza todavía conseguía ponerme un nudo en la garganta y desmentir que estuviera ya duro por dentro.

Durante mucho rato no vino nadie por esa carretera y pensé que haría si pisaba una placa de hielo y me iba a tomar por el culo, no tenía móvil y, más que un gato, necesitaría un tigre si pinchaba y tenía que levantar aquella monstruosidad de todoterreno. Cantaba viejas canciones del cd que había puesto. A voz en grito.

Atravesé bosques y ríos, todo nevado. Me crucé con enormes camiones cargados con madera. Seguía cantando. Había tomado una decisión, por primera vez en mi vida me sentía seguro de algo. Allí estaba yo. Yo. Dispuesto a todo. Quizás para la gente eso fuera lo más natural del mundo, para mí era sentirme vivo otra vez y de una vez por todas.

Subí el volumen…

“Esto es lo que hay y esto es lo que debes saber. Ya te lo dije ayer. Puedes ser el rey, puedes ser un tipo de ley. ¿Cuál es tu salto mortal?
¿Dónde iremos a parar... caminando en círculos, como fieras afilando los colmillos?
No nos lo perdonarán, no nos lo perdonarán…
Será definitivo, será para volver contigo otra vez.
Esto es lo que hay y esto es lo que vas a aprender. ¿A dónde quieres llegar?
Puedes ver arder la carretera bajo tus pies con tal de regresar.
¿Dónde iremos a parar controlando el vértigo de los sueños que quedaron detenidos?
No nos lo perdonarán, no nos lo perdonarán…
Será definitivo, será para correr contigo otra vez.”



A la hora y media vi el pequeño desvío y el cartel enorme que anunciaba el motel. Tal y como me había explicado Adam no tenía perdida, más que nada porque no había nada en kilómetros a la redonda. Allí estaba. Fin de trayecto. Me había imaginado el futuro pero faltaba un pequeño detalle. Me faltaba decírselo a ella y que ella quisiera. Paré en la explanada justo enfilando la puerta de la cafetería. Le recé a la suerte para que estuviera allí y que no fuera su día libre o no hubiera cambiado de trabajo.

En ese momento me sentí el ser más despreciable del mundo.

10 comentarios:

  1. Tienes esa chispa para escribir con gracia, muy extenso el texto, en lo conciso está el gusto. Suerte.

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  2. Por q???lo peor es arrepentirse!!!muy bien hecho!!!y si dice no...pues...no valía la pena!!!
    Como yo suelo decir...a la mierda hombreeeee!!!jajaja

    M encanta!!Muuxos besitos.

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  3. Por cierto, m gusta eso d poner las canciones con el relato!!!y tb m gusta Quique Glez.

    Saluditos.

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  4. Me encanta que te encante y también que te guste Quique ;)

    A Basurero: se que el texto es extenso, lo he reducido mucho del original, igual un blog no es el sitio apropiado. Gracias por lo de la chispa y la suerte.

    Un saludo a los dos y gracias por pasaros por aquí.

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  5. Veo que la continuación ha venido con canción incluída... un buen punto.

    Saludos.

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  6. Era lo que escuchaba y cantaba mientras conducía... Ahora cuando oigo esa canción sólo recuerdo ese momento.

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  7. Esa canción a medio relato es genial pero la veo más de sitio donde pone "ojo: vacas" en un sitio de "precaución: renos" me viene otra banda sonora a la cabeza...

    :P

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  8. Jjejejeje... ya, pero era uno de los pocos CDs que llevaba, además siempre Quique me recuerda a ella en las canciones.

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  9. La aventura está en cualquier lado, compañero... incluso en el sillón de tu despacho. Por cierto, escribes bien. Tu manera de relatar me recuerda a Oliver Rolin en "Meroe". Un libro raro, no será fácil de encontrar, pero si lo localizas dale una lectura. Te gustará

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  10. Muchas gracias Paco. Y gracias por el consejo de lectura, desde que acabe de leer a John Fante me siento huerfano de descubrimientos.

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