viernes, 29 de enero de 2010

Camino de la costa


Estábamos conduciendo camino de la costa. Era un día de calor, llevábamos las ventanillas bajadas y el viento nos despeinaba. Iba a ser un "día de coche" como a ella le gustaba llamarlo, Adam Duritz sonaba en la radio, Cathy subió el volumen y empezó a cantar, primero con él, luego por encima de él. Su voz lo llenaba todo.

- ¿Cómo una persona que es incapaz de decir una frase sin decir al menos una palabra mal sonante es capaz de tener esa voz?. Me preguntaba para mis adentros.

Era imposible resistirme a la tentación de escucharla, durante mucho tiempo he pensado que fue un hechizo, un maleficio en ocasiones, sólo necesitaba verla subida al escenario para saber que ella se había convertido en el motivo para seguir escribiendo, para seguir en aquella ciudad, en el centro de todo.

"Step out the front door like a ghost into the fog.
Where no one notices the contrast of white on white.
And in between the moon and you the angels get a better view
Of the crumbling difference between wrong and right I walk in the air between the rain through myself and back again
Where? I dont know
Maria says shes dying through the door I hear her crying
Why? I dont know"

Saqué el coche de la carretera. Ella subió la radio, salió afuera. Cantaba mientras caminaba sobre una línea imaginaria con los brazos extendidos, como si fuera una trapecista. Yo la miraba. Estaba parado en un descampado, mirándola, escuchándola, no necesitaba otra cosa para sentirme bien. Ella sólo necesitaba estar allí para ser feliz, le daba igual quien la llevase, y eso me aturdía. Jamás he vuelto a tener esa sensación, una vez que decidí recuperar el control no volví a sentirme libre. Mi libertad era su incertidumbre.

- Vámonos al mar unos días, vamos Tom, venga, va, di que sí. Quiero oír el ruido del océano.

- Cathy tengo que dar clases, necesitamos algo de dinero. - Dije, mientras trataba de intentar aportar algo de cordura a sus caprichos -

- Me llevaré la guitarra. Yo cantaré mientras tú escribes y nos bañaremos desnudos, sólo es un par de días. Dijo Cathy.

¿Qué coño se puede responder a eso? Todo el mundo trabajando y nosotros camino de la costa porque ella quería. Tócate los cojones.

Hacía ya un par de semanas que había dejado su trabajo de camarera en aquel tugurio, cosa que tampoco me importó. De los locales en los que había trabajado aquel era con diferencia el más sórdido de todos y volvía colocada más veces de lo que era habitual.

Cuando acabó la canción se acercó a mí. Yo estaba apoyado en la puerta del coche. Se acercó muy despacio mientras me miraba. El top blanco de tirantes y su mirada le daban un aspecto virginal completamente falso si reparabas en su forma de andar y lo ajustado de los vaqueros, siempre un poco largos rozando el suelo. Conocía esa artimaña, sabía que me iba a pedir algo, era, en cierto modo ridícula por repetitiva, como el mismo pequeño entremés antes de la gran representación.

- No vas a irte, ¿verdad? - Dijo Cathy mirándome fijamente a los ojos, tan cerca que su aliento rozaba mi cara.

- Eres tu la que sueles irte. ¿Recuerdas? - Dije casi ofendido.

- De momento, sólo de momento.-Contesto Cathy.

Entonces me abrazó y empecé a dudar de que le diese igual quien la hubiera llevado hasta allí esta vez. Me empezaron a asaltar las dudas. Hay quien lo llamó miedo.

Conduje a toda velocidad hasta una parada de carretera donde comer.

Siempre he preferido mi infierno a mil veces un cielo ajeno.

2 comentarios:

  1. Anónimo7/2/10 03:37

    Me he leído toda tu historia, hoy... no tengo palabras...

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  2. Gracias, de verdad muchas gracias.

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