viernes, 19 de diciembre de 2008

Cathy Jones

-Espera a la primavera, las cosas se ven de otra manera.

Siempre tenía las frases adecuadas para detener mis huidas a ninguna parte.

Vivíamos en una casita en Cambridge, tenía un árbol a la entrada, un pequeño jardín trasero y pagábamos poco alquiler. La casera no husmeaba mucho por la casa. Cathy vivía allí desde hace 4 años cuando una noche me invitó a quedarme.

La había conocido en uno de los bares a los que solía ir a tomar una cerveza y escuchar la banda de turno. Se había sentado en mi mesa al grito de "Merry Christmas", le contesté lo mismo, más por educación que por interés, pero entonces cometí un error garrafal: levante la mirada de la mesa llena de botellines y la vi. Instintivamente miré alrededor, no se porqué, quizás pensé que alguien quería gastarme una broma, ella llevaba un ridículo gorro de Papa Noel con cascabeles rodeándole toda la cabeza, aparte de ese detalle y de que iba medio borracha, estaba perfecta sentada en su silla, apoyando sus manos en la barbilla, el pelo rubio saliéndole desmarañado del odioso gorro y mirándome, sorprendida por el acento.

La proposición de ir con su grupo de amigos no me convenció, así que pasé a ser "el chico raro de la mesa de la esquina", tenía cerveza, no tenía dinero para nada mejor, y música en directo, eso añadido al poco dominio del idioma por aquel entonces, me convertían para ella en un ser huraño, con un cuaderno lleno de escritos en un idioma que no entendía. Con el tiempo ella se acercaría y a hurtadillas, por encima de mi hombro, miraría lo que escribía, señalaría su nombre en ellos, sonreiría y me preguntaría que qué coño contaba de ella.

La sorpresa llego al tercer día, justo después de la última actuación, la gente estaba marchándose, yo apuraba mi cerveza mientras me preparaba para salir a las calles heladas. De espaldas al escenario enfilaba la puerta, cuando su voz sonó por los amplificadores:

- ¿Dónde vas chico raro?. ¿No quieres oírme tocar un par?.

Bastantes se volvieron, yo estaba convencido que me lo decía a mí, pero seguí andando. No se por qué, pero sabía que si me volvía todo cambiaría.

- Me llamo Cathy. ¡Cathy Jones!. ¡¡¿Cómo te llamas jodido sordo?!!.

Me di la vuelta y me quede quieto. Alguien le había pasado una guitarra, conocía mucha gente, supongo que el dueño del garito sería íntimo, se había subido al escenario y estaba delante del micro como si todo aquello le perteneciera. Casi todo el mundo enfilaba la salida. Yo, contracorriente, la miraba. Cuando no quedó casi nadie le grité:

- Tom

Y todo cambió.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Es por el viento

- ¿Luis? ¡hola!.

Algo tan sencillo como esto, un simple saludo, ha significado más de lo que podía esperar. También es cierto que pensaba que Luis estaba muerto, no en sentido metafórico como otras muchas veces con otra mucha gente, no, muerto, en el sentido literal.
La última vez que lo vi luchaba contra un cáncer y la cojera, debido a una artrosis incipiente en su rodilla izquierda, le daba un aspecto mas bien desvalido que se esfumaba en cuanto abría la boca. Puro torrente de energía en todo aquello que emprendía. Cuando volví y llamé preguntando por él me dijeron que "ha causado baja de manera voluntaria y ya no presta sus servicios en el departamento de ingeniería de la empresa". Pensé que se había largado a morir.
Hoy, 11 años después, lo he vuelto a ver.

- Hola, ¿qué tal tu vida chaval?

¡Joder!, el volver a oír lo de "chaval" ha sido un viaje en el tiempo.

- ¿Qué coño estás haciendo sentado delante del ordenador? Mueve tu culo y sal fuera a poner orden entre toda esa gente.

Quizá el tiempo sólo deja las partes buenas de la gente si el saldo con el que acabas la relación es positivo, pero es que ya entonces advertí que aquel hombre no estaba formando a un trabajador, quería formar a una persona, me miraba y se reconocía en mi, y yo lo miraba y tenía mis dudas de si yo llegaría a ser ese hombre dentro de 40 años. Sobre todo por su excesiva tendencia a las putas y el alcohol en que había caído últimamente. Pero tenía 55 años, un cáncer, un divorcio recién estrenado "con la única mujer que había amado en su vida" y un resentimiento enorme hacia la gigantesca empresa internacional por la que había sacrificado casi toda su vida sin recibir nada a cambio, excepto un alto puesto de responsabilidad que le había causado todos los males, así que sabía que no tenía ningún derecho a juzgarlo.

Me tuvo durante dos años pasando frío y calor, haciéndome trabajar duro, siempre fuera del despacho, a pie de campo, mientras mis compañeros de promoción aprendían a mover el dedito y mandar hacer cosas que no sabían ni remotamente lo que significaban, tratándome con total respeto, respondiendo ante mis fallos y dándome la confianza necesaria para aprender a decir que no a exigencias estúpidas de jefes estúpidos, a olvidar lo que había aprendido en la universidad para volver a aprender, a hacerme valer por mi esfuerzo y talento, a no ser uno más de esa masa informe que al final le estaba engullendo a él.
He querido contarle todo lo que me ha pasado durante todos estos años, pues sentía que él era en parte responsable de mis aciertos.

- Al poco de irte tú me largué, fui a la universidad otra vez, estudié historia del arte y ahora me dedico a viajar y por fin a escribir. ¿Y tú?, ¿qué haces ahora chaval?

Lo he visto más joven que antes, su cojera había desaparecido, su mirada, igual de decidida, transmitía alegría... estaba vivo.

- Volví. Sigo trabajando en lo mismo. Todo va bien.

Breve, conciso, ni una sola palabra de lo que quería decirle, todo verdad, excepto lo último.
Le he dicho donde trabajaba, que se pasara algún día. Pero quería decirle que estoy en camino de cometer sus mismos errores, que no me atreví a hacer lo que quería y que cada día estoy más lejos de ser quien era. Que ya no pongo pasión en lo que hago, porque ya no creo en ello, porque me estoy dejando robar cada día. Que sólo despierto a veces, que mis momentos de lucidez son escasos y los de valentía nulos.

- Me alegro de verte chaval. Si todo te va bien sigue así.

- Luis, yo también he intentado escribir más, tocar más, volver a Boston, vivir, sentir, pero no tengo tiempo, no tengo valor, esta vida es cómoda, no piensas, pero hace unos meses Cathy apareció de la nada en Cádiz, ahora apareces tú, todo me recuerda que antes era feliz, que antes creía en mi.... Pero en vez de eso, sólo respondo:

- Pásate algún día, de verdad. Me alegro de verte.

Un apretón de manos.
Nos vamos.
Me siento incomodo. Trato de pensar. Tengo ganas de vomitar. El ruido del tráfico ahoga lo que se agita en mi cabeza, ahoga a Luis, a Cathy, ahoga mi otro mundo.
Tengo una reunión en 20 minutos, llego tarde, tengo que darme prisa.
Mierda de viento, levanta polvo y se me mete en los ojos. Eso es, es por eso, por el viento.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Logan International


Y de repente apareció.

Y rescató sentimientos del fondo de ese escenario, no soy lo que el público espera, pero ella sigue mirándome fijamente, clavando sus oídos en mí, buscando trazas de un recuerdo provocado por ella en la última estrofa de un rebuscado estribillo. No está. La omisión es mi última venganza. La ausencia hace que en el fondo toda la canción hable de ella. La omisión es mi siguiente derrota, es no volverse por saber que te están mirando mientras te alejas, es tratar de asesinar con orgullo lo último que podrá mantenernos unidos mañana, mañana, siempre mañana, quizá mañana.

Levanto un muro de ruido a final de cada canción, todo se acelera, nada es como empieza, todas las canciones son iguales, todas hablan sobre ella, y las luces parpadean, no consigo ver ni oír mas allá de los golpes en el pecho, y la gente salta, y ella está ahí parada, en medio de todos, como un fantasma, algo irreal.

Y la certeza me surge incontenible, siempre te traté como si yo fuera necesario, cada promesa te incluía solamente a ti.

Las preguntas se agolpan, y el muro crece, el ruido de la distorsión es la traducción de mi caos, y me pregunto: "¿Ha sido necesario todo esto?, ¿tuve que marcharme tan lejos para acabar cantando canciones sobre ti?, ¿dónde has estado?, ¿desde cuándo puedo hacer todo esto solo?"

Y entonces la recuerdo, retirándose el pelo de la cara, inclinada sobre su guitarra, recogiéndose su liso pelo rubio detrás de las orejas, siempre me fascina ver como hace ese gesto mientras me mira, mientras comienza "I'm Allowed", a su modo, como todo, medio borracha, consciente, sabiendo que es la única que puede hacerlo así en todo el mundo. Boston incluido.

Me recuerdo mirando por la ventana y viendo su bicicleta apoyada en el árbol del jardín, de la pequeña casa del 276 en Windsor St. El viejo Oldsmobile con dos de sus ruedas sobre el césped.
El otoño empieza a cubrirlo todo, la pequeña valla de madera sigue en su sitio, buena señal, al menos ahí fuera nada se está rompiendo en pedazos.

Por la tarde iremos al bar, ella tocará, y todo el mundo odiará a ese pequeño español al que en cada concierto ella le dedica "Maybe". Era afortunado en aquel fin de verano de 1998.
Lo siguiente que recuerdo con claridad es un autobús por la 90 dirección al aeropuerto, todo nevado, yo congelado, completamente, hasta los huesos, hasta el alma.
Hasta hoy.

La música acaba. Ella sigue allí. Ya no soy tan valiente.

Han pasado 3 años.

La seguiría al puto infierno solamente con que me lo pidiera una vez.