martes, 29 de septiembre de 2009

Sebadoh y una canción más

Pasaron dos días desde de lo del tío de EMI, que al final ni era de EMI ni hostias, y estuve toda la tarde conteniendo la risa y tratando de ahogar mis ganas de decir mi frase preferida: "lo ves, ya te lo dije"

Ella estaba al otro lado de la barra con cara de "no digas ni una sola palabra" mientras fregaba unos vasos, aunque sabía manejarse bien con tipos como aquellos esta vez se había asustado, yo, sentado en la barra bebiendo un botellín esperaba que llegase Adam. No sabía quien iba a tocar hoy, los miércoles normalmente siempre dejaban el escenario para gente que necesita darse a conocer y había obtenido muy buenas sorpresas de esas noches.

Esta vez mi sorpresa fue cuando ella desapareció de la barra y apareció, como por arte de magia, sobre el escenario con su guitarra y un taburete alto, con un pie en el suelo, medio de pie, medio sentada, sacó unos papeles los puso en un atril y dijo: "Os voy a cantar un par de canciones que no he tocado nunca antes"

Después de acallar los aplausos, silbidos y alguna burrada de los borrachos no habituales del bar comenzó. Era la segunda vez que la veía subida en el escenario sin la banda, sola, sólo con su guitarra parecía desnuda, justo antes de la primera nota me miró como nunca me había mirado antes... otra vez.

"Estamos ardiendo, todos estamos ardiendo, nos estamos consumiendo en este océano de llamas en el que nos empeñamos en nadar, si pudiéramos ser nosotros mismos nos alejaríamos de aquí, no hay ninguna necesidad de desear ser lo que no somos, pero a veces me asusto y deseo correr para evitar estrellarme contra el muro de tu decepción, el muro de mi miedo a que no me quieras realmente..."

Alto ahí, esa canción no podía ser suya, no podía estar diciendo realmente eso, porque eso significaba... apenas pude contener la cara de imbécil que se me había quedado cuando acabó la canción y me miró de nuevo. Era lo más parecido al "te quiero" que jamás obtendría de ella. La gente aplaudía cuando empezó con una canción de Sebadoh.



La sensualidad llenaba el escenario, yo estaba aturdido. La versión era mejor que el original, ojalá ese hijo de puta hubiera sido realmente de EMI, pensé, ella era mejor que infinitas personas que vivían gracias a la industria discográfica.

Acabó la canción y se despidió de la gente, a los 5 minutos estaba detrás de la barra otra vez. Cuando pasados 20 minutos se empezó a disolver el grupo de tíos que se habían ido como flechas a pedirle bebida y, aprovechando la ocasión, más cosas, ella se acercó a la esquina donde yo estaba.

-¿Es verdad?-Le pregunté
-¿El qué?-Contestó como despistada
-La primera canción.-Dije con impaciencia, como si le pidiera salir con 15 años a la animadora número 1 y chica más popular de un instituto cualquiera del este de los estados unidos.
-Es sólo una canción Tom, no pienses nada...

Y por desgracia la creí, como la creía siempre.

martes, 15 de septiembre de 2009

Solo en casa

No hay mucho que hacer, aparte de dormitar en el sofá. Si te detienes a escuchar puedes oír la casa crujir, sentir avanzar el ruido desde los cimientos hasta la cubierta. El contraste del verde en las calles frente al blanco de mi memoria hacen de Boston en esta época algo confuso, atemporal, irreal. Todo está tranquilo, oigo lo pájaros fuera, en el jardín, no tengo ni idea de ornitología pero el jodido cabrón es un virtuoso y me alegra la tarde con sus gorgoritos, supongo que para atraer alguna hembra, no creo que lo haga por el placer de escucharse a si mismo. Deberíamos aprender de los pájaros. Extraño pensamiento para una tarde de verano.

Mientras rebusco en el frigorífico y me preparo para iniciar mi ritual para escribir, a saber, ventana, portátil, música, vino y tristeza, oigo el rugido del oldsmobile acercándose y entrando como una fiera en la casa. Dos pensamientos: Uno, se acabó la tranquilidad, dos, seguro que ha vuelto a dejar las dos putas ruedas en el césped.

Portazo. Y vuelvo a pensar: Algún día hará giratoria la puta puerta. Cathy entra en casa.
-¡Hey! Estás aquí. Tengo que contarte una cosa.-Está especialmente contenta. Inquietante.
-A ver.-Digo temiéndome alguna locura.
-Joder que emoción demuestras…
-No, en serio, dispara.
-Un tío de EMI quiere hacerme una prueba.-Dice toda sonriente y segura de si misma.
-Me imagino yo que pruebas querrá hacerte.-Lo reconozco, fuera de lugar y totalmente desconsiderado, al menos eso le pareció a ella.
-Tú eres imbécil Tom.
-Venga en serio, me alegro de verdad, ¿y cómo surgió?-Digo tratando de no parecer un gilipollas integral otra vez.
-Estaba en la cafetería y me dijo que le sonaba mi cara, le dije que también trabajaba de camarera en The Paradise y que alguna vez había tocado allí porque conocía a uno de los dueños y entonces el tipo me contesta que me pase esta tarde por esta dirección y que le haga un par de canciones y …
-Ya, ya, ya…-Digo aguantándome la risa.
-¡Vete a la mierda Tom!-Se lío, pienso, pero es que parece que lo fuera buscando.
-Joder tía es que piensa un poco…la cafetería, la camiseta de tirantes y un tío se te acerca y te dice: ¡Hey me suena tu cara!, espero que te lo dijera sin mirarte al escote…

A veces la encabronaba sólo por el hecho de divertirme, aunque a veces las consecuencias eran devastadoras.

-¿Te crees que soy tonta o qué?-Me dice riéndose.-A veces pienso que te olvidas de donde estás y que sigues con una de esas novias beatas tuyas. Mira Tom, créeme, si el tío ese es de EMI y me quiere hacer un contrato reza porque sólo quiera que se la chupe.

Y dicho esto se levanta y sube las escaleras, y ahí me quedo yo, con cara de gilipollas, sin saber si lo ha dicho en serio. Vacilando en contestar algo, pensando en cómo salir de esta, cuando tres minutos después baja las escaleras con una minifalda y una camiseta y me dice mientras se dirige a la puerta:

-¿Nos vemos en el club?...Bueno aunque no sé si iré, igual ya no me hace falta.-Me dice con sonrisa burlona.

Yo me la quedo mirando, o la falda es muy corta o tiene las piernas muy largas, repaso mentalmente cuanto tiempo lleva sin largarse sin dar explicaciones, levanto el dedo para decir algo y un sonoro portazo resuena en la casa.

-¡La puerta joder que algún día la harás giratoria!-Muy bien Tom, un tío de la EMI queriéndosela follar y tú te preocupas por la puerta.

Le doy al play y me pongo a escribir. Otro maravilloso día con la lunática esta.

martes, 1 de septiembre de 2009

Asustado

No podía evitar el mirarla. De un tiempo a esta parte la chica rubia de los ojos inmensos y poses de zorra se me aparecía en todas las esquinas. Una tarde me sorprendí yendo al bar en el que sabía que trabajaba sólo para verla, y eso me asustó.

Nunca me gustó enero, nací en el mes más frío, en el mes de los nuevos propósitos y las eternas mentiras. Este enero, sin embargo, pintaba bien, por fin estaba en Boston, no conocía nadie y no me importaba estar solo. Pero aquella chica rubia, aquella chica rubia estaba jodiéndolo todo, yo había venido aquí a encontrarme a mí mismo y, ahora que empezaba a disfrutar, ella se colaba en cada una de las frases que escribía.

Bajé al puto bar, odiándome por saber que no lo hacía porque me apeteciese, sino porque quería verla al otro lado de la barra, pedirle una cerveza y que me sonriera, estaba bajando sólo por una sonrisa y maldecía conforme andaba haciendo equilibrios por la mierda blanca endurecida que cubría las aceras. El blanco de las calles contrastaba con la noche y me sentí extraño, como nunca me había sentido, me sentí terriblemente solo, la sensación era parecida a una idea que se te escapa, una palabra en la punta de la lengua y que se resiste a salir, anhelaba su mirada. El frío húmedo me iba calando los huesos, estuve a punto de besar el suelo del bar al mejor estilo papal cuando por fin entré, pero el sentido común me hizo contenerme. Siempre hace que me contenga.

Oteé la barra en busca de la chica rubia, el dueño estaba allí, al lado de otra chica rubia, otra, no ella. Alarma, se dispararon todas las alarmas, por lo poco que había hablado con ella sobre sus horarios sabía que por las tardes debería estar allí. Debía estar allí. “Calma, calma” me dije. Aunque la sensación de haberla perdido me empezaba a invadir. Estaba ya calculando cuantos bares tendría la ciudad y cuantos años necesitaría para recorrerlos todos cuando empezó a entrar en el bar la banda que tocaba esa noche. Apoyado en la barra los miré de reojo. Allí estaba ella, con una funda de guitarra al hombro. Me maldije por dentro al confiar mi felicidad a su sola presencia. “Pero como puedo ser tan imbécil” pensé para mis adentros, así que en una de esas piruetas mentales decidí que lo mejor era ignorarla, que no se me notara que la devoraba con la mirada esperando que ella fuera lo que demonios fuera que necesitara para cambiar y ser feliz.

Apoyado en la barra, aferrado al botellín, la sentí acercarse y noté su mano en mi cuello mientras pasaba por detrás, trepando por mi nuca, penetrando en mi pelo negro y enmarañado y acariciándome. Durante un segundo, mil años, el placer me desbordó, fue la mano de la madre que recoge al hijo del suelo, fue el primer beso nervioso a la salida del colegio, el primer polvo explorando un cuerpo extraño sin conocer los límites propios siquiera. Mientras me giraba ella dejó caer la mano deslizándola por mi hombro al tiempo que volvía su cabeza para sonreírme. Sonreí. Nadie nunca me había dicho de una manera parecida “Hey, hola, me alegro de verte”. Al verla ir hacia el pequeño escenario, sintiendo el movimiento de su culo bajo la funda de guitarra apoyada en su espalda, contemplando los vaqueros ajustados y su pelo rubio supe el infierno que me esperaba. Tenía que claudicar a la evidencia, era irracional, puramente químico, apenas habíamos hablado un par de semanas, pero su sonrisa me traspasaba, su risa hería mis oídos cuando la oía al fondo del bar y su voz cuando cantaba... Recuerdo la vez que la vi subida al escenario preguntando mi nombre la noche que la conocí. Después, por la noche, en la cama, una tormenta en mi cabeza. Habría renunciado a mi dios si lo tuviera por adorarla a ella esa noche, con la luz tenue, los suaves acordes de guitarra, el silencio en el bar, yo parado en la puerta y ella comenzando a cantar.