martes, 14 de abril de 2009

3 años después (y IV)

Amanecimos en mi pequeño apartamento. El sol entraba por las rendijas de la persiana y lanzaba rayos a través del polvo que flotaba en el aire, empezaba a hacer calor. Ella sin moverse, boca abajo en la cama y las sábanas cubriéndola hasta la cintura. Yo sin decir nada, contemplando la escena. Asustado de ser lo que realmente quería.

La resaca retumbaba en mi cabeza. Domingo, un domingo cualquiera de verano, pero ella estaba allí y todavía no podía creerlo. Me duche con agua casi helada, sonreí al pensar que por primera vez en unos años ese no iba a ser el mejor momento del día. Recordé todos los kilómetros recorridos con hambre de verla, recorriendo la costa, sabiendo que ella estaba al otro lado de ese océano. Recordé a todas las camareras que trataron de suplir su ausencia en el asiento trasero. Incluso a Sandra, recordé a Sandra con ternura, siento que es a la única persona que realmente he engañado en mi vida. Estaba con ella queriendo estar con Cathy, pero ni yo mismo lo sabía. Cuando salí de la ducha Cathy revolvía los armarios de la cocina en busca de algo comestible, llevaba una camiseta mía por vestido que apenas tapaba sus bragas.

-Buenos días. -Le dije, mientras la contemplaba desde el marco de la puerta.
-¿Dónde coño hay aquí algo para comer?...

Entonces levanto la vista, me miró y me vio por primera vez. Dejó de buscar, se acercó a mí y me abrazó. “Fin del camino”, pensé, y me sentía realmente así, como si todo lo hecho hasta ahora en mi vida hubiera merecido la pena por llegar justo a ese instante. No podía haber estado más equivocado. Y a bocajarro me lanzó la pregunta. Vuelta al mundo real.

-Mañana por la tarde cojo el avión en Madrid. ¿Vendrás conmigo?

Sabía que Cathy no se quedaría por aquí, sabía que ella me asumiría en su vida, pero allí, en Boston, no aquí, y en el fondo estaba de acuerdo. Aun así la crudeza y lo directo de la pregunta me sorprendió. Habían pasado tres años y en algo tenía que notarse.

-No puedo desmontar mi vida aquí en un día. Te llevaré al aeropuerto, pero tendrás que darme al menos unos meses para marcharme allí. Tengo que dejar todo esto en orden. ¿Ok?
-Sí que puedes, tu vida allí la desmontaste en una puta tarde, ¿no recuerdas?

Como un directo a la mandíbula. Una parte de mí me decía que tenía razón y que al menos tenía que concederle el derecho al pataleo, la otra parte activó todos los miedos y me puse a la defensiva. Volvió a ganar el miedo, la ira.

No la acompañé al aeropuerto. Esa misma tarde desapareció. Justo cuando iba a darme el último baño de la tarde me pidió las llaves. Subió antes de la playa, le dije que me subía con ella, pero no quiso.
-Te espero en casa.-Me dijo.

No tarde más de treinta minutos, cuando subí las llaves estaban en la puerta, sabía lo que iba a pasar, lo sabía desde que se fue de la playa. Entré. Nadie, sólo una nota pegada con celo al televisor.

- Te espero en casa.

Busqué las llaves del coche, fui a la estación de tren, busqué en los autobuses, pregunté en los coches de alquiler, recorrí Cádiz calle por calle. Anochecía y ni rastro, entonces me di cuenta, ¿cuánto le podía costar a una chica como aquella conseguir parar un coche haciendo autostop?

No me podía estar pasando esto, sólo podía arreglarlo dejando el piso, llenando una mochila y saliendo hacia Madrid a la mañana siguiente. ¡Joder! No podía hacerme abandonar todo de repente y seguirla a ojos cerrados, las cosas no funcionan así, no, ¡joder!, ¡NO!. Ya lo he dicho antes, triunfó el miedo. No era capaz de renunciar a las cuatro cosas que tenía en el piso, no podía irme del trabajo sin dar una explicación, no podía dejar el puto BMW en Barajas por los siglos de los siglos. Y cuando me di cuenta de todo esto rompí a llorar sobre él volante, no porque se hubiera ido, no por haberme marchado de Boston, lloré porque sólo tenía una vida y en ese mismo momento estaba eligiendo desperdiciarla, justo en ese mismo momento.

10 comentarios:

  1. Y lo peor es que eso pasa a diario y la mayoría de las personas no se dan cuenta nunca...

    PD. Por cierto, me ha gustado mucho el tono decadente que va tomando el relato, se siente como se derrumba el protagonista.

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  2. Diosssss!!!eso pasa por pensar tantooooo!!!m tienes enganchada con esta historia jajaja!!!
    M encanta.
    Saludos de la chica.

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  3. Muchas gracias por seguir pasandoos por aquí y me alegra que os haya gustado. Esta era la última, el proximo día empiezo otra muy relacionada con este.
    Un saludo.

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  4. Así es la vida una elección constante, lo mejor es saber que no nos equivocamos al elegir, me preguntarás y cómo saberlo? esa es la gran cuestión?.
    Un abrazo

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  5. Sí. Esa es la gran cuestión y el origen de todos los miedos.
    Gracias por pasarte por aquí.

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  6. Hola Tom, gracias por tu visita, espero que me disculpes por la falta de tiempo, ya he metido tu blog entre los que sigo.
    Un abrazo

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  7. Disculpada estás, no faltaba más! Y gracias por seguirme.

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  8. Muchísimas gracias por visitarme y seguir mi blog, q hace poquillo q empece con él, me encanta lo q he leido del tuyo, dame tiempo por q veo q tengo q ponerme con las entradas antiguas, volvere a comentar, eh, un saludo.

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  9. Lo mismo digo! Gracias por pasarte por aquí y seguirme!

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  10. En no muchas palabras has conseguido toda una historia. Me gusta que la gente gaste su tiempo en escribir cosas productivas compartiéndolas con los demás.
    PD: Ya sé que estas son unas entradas muy antiguas, pero es la costumbre de empezar a leer por el principio.

    Gracias, Tom.

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